Tuesday, March 27, 2007


CEREMONIA


Se miraron de lejos, atravesando con los ojos la circulación de las 7. Los dos habían cumplido. Siguieron mirándose, penetrando la mar de carros, ignorantes del mundo. Entonces Rubén se deslizó zigzagueante a lo ancho de la avenida y cuando estuvo frente a ella dijo: “cumpliste”. Y de un abrazo la arrastró calle arriba, hacía candelaria. Pensó que ahora estaba más bella que antes, aunque le pareció que tenía los ojos verdes. “Me he confundido”, se dijo en el momento que confirmó sus rasgos, y vio que el cuerpo, la boca y el pelo no eran los de ella.
Cuando llegaron ya había intentado inútilmente zafarse de su brazo. Entonces la mujer, ahora de pelo seco y largo y cara pálida y desfigurada, dijo: “eres mío”. Y lo arrastró hacía los desvanes amarillos para iniciar la ceremonia.
Harold Kremer




TEORIA DE LAS PUERTAS



“Soy alguien dado a investigaciones científicas. Últimamente he descubierto una teoría del equilibrio.
Ante todos los sabios del mundo yo siento mi teoría del equilibrio.
Cuando una puerta se abre, la puerta equidistante al otro lado del mundo, se cierra irremisiblemente.
Por esto –y todos lo hemos visto- de golpe, las puertas se cierran solas.
El día que todas las puertas se abrieran a una vez, el mundo quedaría lleno de huecos y el viento se entraría en ellos y se llevaría la tierra por los espacios ilímites…”
Luís Vidales


EL MAESTRO


El maestro —cuya labor se desenvolvía entre el conuco y el aula— se llevó el libro debajo del sobaco, y el calor derritió entonces las palabras, y las imágenes de colores de los padres de la patria rodaron convertidas en melcocha debajo de la camisa caliente y pedagógica; las ciudades de la página 32 se poblaron de agrios olores sudorosos, y los pistilos y corolas abandonaron ya en la página 95, el marco blanco de las hojas.
Cuando el maestro quiso sacar su libro para leer la lección del día, compro­bó que sus alumnos recogían los capítulos en vasijas de barro y que sólo colo­cándolos a la luz y el calor del sol la sequedad anterior se recuperaba en una mez­cla de temas y paisajes que eran ya un tipo de saber diferente al que el maestro había durante años explicado. .........
Margo Veloz Maggiolo

Thursday, November 23, 2006


REGRESO DEL DOLOR

“Aunque no la conozco ni la había visto nunca en mi vida, pienso que estará turbada por otras razones ajenas a la muerte del tipo, muerte que sólo a mí me concierne.

La gente se dispersa asqueada por los despojos triturados del muerto, y ese sol que pronto lo pudrirá.

La mujer y yo quedamos junto al cadáver abandonado.
-Haga algo por él, usted que puede- dice con una voz trémula.
Esa voz me conmueve por la cantidad de amor y de dolor, como de nostalgias y de esperanzas rotas.
Soy el único que puede hacer algo por él- digo. Y agrego-: yo traté de ayudarlo, pero fracasé.
La mujer se aleja. En sus pasos descubro el cansancio y el peso de una desesperación superior a sus fuerzas, pero no puedo ayudarla.

Sin más esperanzas recojo mi cadáver y me marcho con él.”

Gonzalo Arango


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Friday, November 17, 2006



En el origen

El fruto que había arrancado tenía sabroso aspecto, pero la cáscara era dura. Entonces, en la mente elemental surgió una idea: podía golpear el fruto con una piedra y romper la envoltura. Así lo hizo con éxito, e inventó de esta manera la primera herramienta: el martillo. Contento, fue a buscar otro fruto. Lo halló y al repetir la operación se aplastó el dedo. Entonces, inventó la primera palabrota..........

mario halley mora

TATUAJE


Cuando su prometido regresó del mar, se casaron. En su viaje a las islas orientales, el marido había aprendido con esmero el arte del tatuaje. La noche mis­ma de la boda, y ante el asombro de su amada, puso en práctica sus habilidades: armado de agujas, tinta china y colorantes vegetales dibujó en el vientre de la mu­jer un hermoso, enigmático y afilado puñal.
La felicidad de la pareja fue intensa, y como ocurre en esos casos: breve. En el cuerpo del hombre revivió alguna extraña enfermedad contraída en las islas pantanosas del este. Y una tarde, frente al mar, con la mirada perdida en la línea vaga del horizonte, el marino emprendió el ansiado viaje a la eternidad.
En la soledad de su aposento, la mujer daba rienda suelta a su llanto, y a ra­tos, como si en ello encontrase algún consuelo, se acariciaba el vientre adornado por el precioso puñal.
El dolor fue intenso, y también breve. El otro, hombre de tierra firme, comen­zó a rondarla. Ella, al principio esquiva y recatada, fue cediendo terreno. Concer­taron una cita. La noche convenida ella lo aguardó desnuda en la penumbra del cuarto. Y en el fragor del combate, el amante, recio e impetuoso, se le quedó muer­to encima, atravesado por el puñal. .........


Ednodio Quintero